En el lugar donde yacen los templos,
todo paz y dolor, el Cristo-mono juguetea con la caca-barro de la pared
trampantojo.
Recorriendo la cueva-gruta bajo las
aguas turbias de papaya y tinajas de sed.
Olvidado en el septum
transversum del orfelinato de la luz, en la mirada de un asno
pulpípedo sorprende la prueba de su impotencia.
Todos los once de noviembre se mira
en el espejo de la contorsión. Y se convierte en una supernova drag-queen irisada.
Trama-teje la soledad pervertida en
el silencio austral de las mariposas con forma de niño, el auspicio de
una serenitud heroica.
Imagen superior: fotograma de Mar
de tierra (Luis Ortas y Agustí Torres, 2008).
web de Miquel Barceló
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