Millás me encanta en sus columnas y me desencanta en sus novelas. Tal vez porque las primeras me crean demasiadas expectativas cuando voy a leer las segundas. Sus cuentos no los he leído, pero, dadas mis preferencias, me parece que la habilidad suya que más me atrae es su capacidad de condensación (que diría Freud). Por eso me apunté a un taller de relato breve que impartió en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Sus reflexiones no me decepcionaron.
Los participantes debíamos presentar un cuento que luego Millás comentaba a lo largo de los siete días que duró el taller. El mío, como el de la mayoría de los participantes, dicho sea de paso, no salió muy bien parado. Entre otras perlas, dijo de él: “el tema de este cuento es qué le pasa a este hombre con el lenguaje. Es un loco, tiene una relación con el lenguaje rarísima. El tema es un loco. Y el lenguaje del narrador es una pistola”. También es verdad que, días antes, en una entrevista, le había incidido yo sobre las razones a las que atribuía la, a mi juicio, diferencia de calidad literaria entre sus columnas y sus novelas, lo que provocó una airada respuesta por su parte.
Estos son los apuntes que tomé en el curso. Para todo aquel al que le puedan parecer sugerentes e interesantes (como a mí me lo parecieron sus enseñanzas).