Remando en polisíndeton

"Me acuerdo de ti" (Robe Iniesta)



martes, 28 de septiembre de 2010

MOMENTO ESTELAR EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD


"TODO TIENE UN NOMBRE"
Momento estelar en la historia de la humanidad

El 5 de abril de 1887 se produjo, a mi juicio, uno de esos momentos estelares 
en la historia de la Humanidad y de la humanidad (documentados).

Sucedió en una casa de Tuscumbia (Alabama, Estados Unidos). Una niña de 6 años ciega, sorda y "muda" (en el sentido de que desconocía la articulación del lenguaje y su simbolismo) desde los 19 meses, aprendió que “todo tiene un nombre”.

Se llamaba Helen Keller. La artífice de ese momento estelar fue Ann Sullivan, una joven profesora del Instituto Perkins para Ciegos. 

Ver la secuencia de ese momento en la película en la que se relata su vida ("El milagro de Ana Sullivan”, de Arthur Penn, de 1962) o leerlo en la autobiografía de Helen Keller, escrita quince años después o en las cartas de Ann Sullivan siempre me ha hecho llorar. Sólo de imaginar lo que sucedió en la mente de esa niña en ese preciso instante. Y de cómo así salvó su vida de  la condena a la que estaba destinada.

Estos son sendos extractos de la autobiografía de Helen Keller y de una carta de Ann Sullivan a su amiga Sophia Hopkins en los que se relata ese momento.

Fuente: http://www.gutenberg.org/ebooks/2397

Traducción: Américo Virus

 
Decisive moment in the history of humanity

On April 5th, 1887, it happened, in my opinion, one of those (documented) decisive moments of the history of humanity.

In a house in Tuscumbia (Alabama, US), a 6 years old girl, blind, deaf and dumb (in the sense that she couldn't articulate language) learnt that “everything has a name”. 

Her name was Helen Keller.The person who made this possible that  moment was Ann Sullivan, a 21 years old teacher of Perkins School for the Blind.  

When I watch the sequence of that moment in the movie about Helen Keller’s life, The Miracle Worker, by Arthur Penn, 1962, or I read it in her autobiography or in Ann Sullivan’s letters always made me cry, Just to imagine what happened in the mind of that child in that very precise instant. And how it saved her life from the damnation it was doomed to.      

These are excerpts from Helen Keller’s “Story of My Life” and Ann Sullivan’s Letters where this moment is told. 

http://www.gutenberg.org/ebooks/2397



Helen Keller y Ann Sullivan en julio de 1888, en Cape Cod (US). 

DE LA AUTOBIOGRAFÍA DE HELEN KELLER, “LA HISTORIA DE MI 
VIDA” (1903)

Capítulo IV

Por la mañana, al día siguiente de que mi profesora viniera (a vivir con nosotros), me condujo a su habitación y me regaló una muñeca. Se la habían enviado los niños ciegos de la Institución Perkins, y Laura Bridgman la había vestido; pero esto no lo supe hasta tiempo después. Tras jugar un rato con la muñeca, Miss Sullivan deletreó lentamente en mi mano la palabra “m-u-ñ-e-c-a”. De repente me sentí atraída por este juego con los dedos e intenté imitarla. Cuando finalmente logré hacer las letras correctamente me sentí completamente feliz y pletórica de orgullo infantil. Mientras bajaba las escaleras para contárselo a mi madre, me cogí la mano e hice las letras de “muñeca”. No sabía que estaba deletreando una palabra, ni siquiera, que existieran las palabras; simplemente estaba imitando, como un mono, un movimiento de dedos. Los días siguientes aprendí a deletrear muchas palabras de este modo, sin comprenderlas. Entre ellas: alfiler, sombrero, taza y algunos verbos como sentarse, estar de pie y andar. Pero mi profesora tuvo que pasarse así varias semanas antes de yo comprendiera que todo tiene un nombre. 

Un día, mientras jugaba con mi nueva muñeca, Miss Sullivan me puso mi muñeca grande de trapo en el regazo, deletreó “m-u-ñ-e-c-a” e intentó hacerme comprender que “m-u-ñ-e-c-a” se aplicaba a ambas. Antes, en el mismo día, habíamos tenido una pelea por las palabras “t-a-z-a” y “a-g-u-a”. Miss Sullivan intentó recalcarme que “t-a-z-a” es taza y que “a-g-u-a” es agua, pero yo seguía confundiendo ambas. Desesperada, ella  abandonó el tema durante un tiempo, únicamente para retomarlo a la primera ocasión. Yo me impacienté con sus repetidos intentos y, cogiendo la muñeca nueva, la hice añicos contra el suelo. Me sentí profundamente feliz al sentir a mis pies los trozos de la muñeca rota. El arrebato no me produjo ninguna pena ni arrepentimiento. No quería a esa muñeca. En el estático y oscuro mundo en que vivía no tenía cabida un sentimiento intenso de ternura. Percibí cómo mi maestra barría los fragmentos hacia un lado de la chimenea y sentí cierta satisfacción por que la causa de mi malestar hubiera desaparecido.  Me trajo mi sombrero y supe que iba a salir al calor del sol. Este pensamiento, si es que una sensación sin palabras puede ser llamada pensamiento, me hizo saltar y brincar de placer.

Bajamos por el camino hacia el pozo, disfrutando de la fragancia de la madreselva que lo recubría. Alguien estaba sacando agua y mi profesora me puso la mano bajo el chorro. Cuando el chorro frío salió a borbotones sobre una de mis manos, ella deletreó en la otra la palabra “agua”, primero lentamente y luego más rápido. Me quedé inmóvil, con toda mi atención centrada en el movimiento de sus dedos. De repente sentí una vaga conciencia como de algo olvidado –un estremecimiento por un pensamiento recuperado; y de alguna forma el misterio del lenguaje se me reveló. Supe en ese momento que “a-g-u-a” significaba ese maravilloso algo que fluía sobre mi mano. Esa palabra viva hizo despertar a mi alma, le dio luz, esperanza,  alegría, ¡la liberó! Todavía había barreras, es cierto, pero barreras que, en su momento, podía acabarse con ellas. 

Dejé el pozo con ansias de aprender. Todo tenía un nombre, y cada nombre daba luz a un nuevo pensamiento. Mientras volvíamos a casa, cada objeto que tocaba parecía vibrar de vida. Eso era porque veía todo bajo la extraña y nueva mirada que me sido revelada. Al abrir la puerta recordé la muñeca que había roto. Fui a la chimenea y recogí los trozos. Traté en vano de volver a juntarlos. Entonces mis ojos se llenaron de lágrimas; porque me di cuenta de lo que había hecho y por primera vez sentí arrepentimiento y pena.
    
Aprendí muchas palabras ese día. No recuerdo cuáles fueron; pero sí sé que entre ellas estaban “madre”, “padre”, “hermana” y “maestra”— palabras que iban a hacer que el mundo floreciera ante mí, “como floreció la vara de Aaron". Habría sido difícil encontrar un niño más feliz que yo cuando me eché en mi cama al final de ese día crucial, reviví*las alegrías que me había deparado y, por primera vez, anhelé que llegara un nuevo día.



DE LAS CARTAS DE ANN SULLIVAN

5 de abril de 1887.

Debo escribirte unas líneas esta mañana porque ha sucedido algo muy importante. Helen ha dado el segundo gran salto en su educación. Ha aprendido que TODO TIENE UN NOMBRE, Y QUE EL ALFABETO MANUAL ES LA CLAVE PARA TODO LO QUE QUIERA SABER.

En una carta anterior creo que te escribí que “taza” y “leche” le habían dado a Helen más problemas que todas las otras. Confundía estos nombres con el verbo “beber”. No sabía la palabra para “beber”, pero continuaba con la pantomima de “beber” cada vez que deletreaba “taza” o “leche”. Esta mañana, mientras se estaba lavando, quiso saber el nombre para “agua”. Cuando quiere saber el nombre de algo, lo señala y me da una palmadita en la mano. Deletreé “a-g-u-a” y ya no pensé más en ello hasta el desayuno. Entonces se me ocurrió que, con la ayuda de esta nueva palabra, podría tener éxito en aclarar el problema “taza-leche”.  Salimos al surtidor/bomba de agua y le hice a Helen coger su taza bajo el chorro mientras yo la bombeaba. Cuando el chorro de agua fría llenó la taza y se derramó se derramó/salió*, llenando la taza, deletreé “a-g-u-a” en la mano libre de Helen. La irrupción de la palabra tan próxima a la sensación de agua fría saliendo sobre su mano parece que le impactó. Dejo caer la taza y se quedó quieta, como transfigurada. Una luz nueva apareció en su rostro.  Deletreó “agua” varias veces. Entonces se dejó caer al suelo y preguntó por su nombre y luego señaló la bomba y la verja. De repente se dio la vuelta y me preguntó mi nombre. Deletreé “Maestra”. Justo entonces la niñera trajo a la hermana pequeña de Helen al surtidor* y Helen deletreó “bebé” y señaló a la niñera.  De vuelta a casa estuvo todo el tiempo muy excitada, y aprendió el nombre de todos los objetos que tocaba, de modo que en unas cuantas horas había añadido TREINTA NUEVAS PALABRAS A SU VOCABULARIO. AQUÍ ESTÁN ALGUNAS DE ELLAS: PUERTA, CERRAR, DAR, IR, VENIR, y muchas muchas más.

P.S.— Ayer por la noche no terminé mi carta a tiempo para poder mandarla; así que añadiré unas líneas. Helen se ha levantado esta mañana como una hada resplandeciente. Ha ido de un lado para otro, de objeto en objeto, preguntándome por el nombre de todo y besándome de pura felicidad. La noche pasada, cuando me acosté, se escabulló entre mis brazos por su propia voluntad y me dio por primera vez un beso, y creí que el corazón me iba a estallar, de lo feliz que estaba. 


Helen Keller and Anne Sullivan in 1893
  Bell, C.M. Photographer.

FROM HELEN KELLER’S “THE STORY OF MY LIFE” (1903)

Chapter IV

The morning after my teacher came she led me into her room and gave me a doll. The little blind children at the Perkins Institution had sent it and Laura Bridgman had dressed it; but I did not know this until afterward. When I had played with it a little while, Miss Sullivan slowly spelled into my hand the word "d-o-l-l." I was at once interested in this finger play and tried to imitate it. When I finally succeeded in making the letters correctly I was flushed with childish pleasure and pride. Running downstairs to my mother I held up my hand and made the letters for doll. I did not know that I was spelling a word or even that words existed; I was simply making my fingers go in monkey-like imitation. In the days that followed I learned to spell in this uncomprehending way a great many words, among them pin, hat, cup and a few verbs like sit, stand and walk. But my teacher had been with me several weeks before I understood that everything has a name.

One day, while I was playing with my new doll, Miss Sullivan put my big rag doll into my lap also, spelled "d-o-l-l" and tried to make me understand that "d-o-l-l" applied to both. Earlier in the day we had had a tussle over the words "m-u-g" and "w-a-t-e-r." Miss Sullivan had tried to impress it upon me that "m-u-g" is mug and that "w-a-t-e-r" is water, but I persisted in confounding the two. In despair she had dropped the subject for the time, only to renew it at the first opportunity. I became impatient at her repeated attempts and, seizing the new doll, I dashed it upon the floor. I was keenly delighted when I felt the fragments of the broken doll at my feet. Neither sorrow nor regret followed my passionate outburst. I had not loved the doll. In the still, dark world in which I lived there was no strong sentiment or tenderness. I felt my teacher sweep the fragments to one side of the hearth, and I had a sense of satisfaction that the cause of my discomfort was removed. She brought me my hat, and I knew I was going out into the warm sunshine. This thought, if a wordless sensation may be called a thought, made me hop and skip with pleasure.

We walked down the path to the well-house, attracted by the fragrance of the honeysuckle with which it was covered. Some one was drawing water and my teacher placed my hand under the spout. As the cool stream gushed over one hand she spelled into the other the word water, first slowly, then rapidly. I stood still, my whole attention fixed upon the motions of her fingers. Suddenly I felt a misty consciousness as of something forgotten--a thrill of returning thought (1) ; and somehow the mystery of language was revealed to me. I knew then that "w-a-t-e-r" meant the wonderful cool something that was flowing over my hand. That living word awakened my soul, gave it light, hope, joy, set it free! There were barriers still, it is true, but barriers that could in time be swept away.

I left the well-house eager to learn. Everything had a name, and each name gave birth to a new thought. As we returned to the house every object which I touched seemed to quiver with life. That was because I saw everything with the strange, new sight that had come to me. On entering the door I remembered the doll I had broken. I felt my way to the hearth and picked up the pieces. I tried vainly to put them together. Then my eyes filled with tears; for I realized what I had done, and for the first time I felt repentance and sorrow.

I learned a great many new words that day. I do not remember what they all were; but I do know that mother, father, sister, teacher were among them--words that were to make the world blossom for me, "like Aaron's rod, with flowers." It would have been difficult to find a happier child than I was as I lay in my crib at the close of that eventful day and lived over the joys it had brought me, and for the first time longed for a new day to come.


(1) I am told that while I was still in long dresses I showed many
signs of an eager, self-asserting disposition. Everything that I
saw other people do I insisted upon imitating. At six months I
could pipe out "How d'ye," and one day I attracted every one's
attention by saying "Tea, tea, tea" quite plainly. Even after my
illness I remembered one of the words I had learned in these
early months. It was the word "water," and I continued to make
some sound for that word after all other speech was lost. I
ceased making the sound "wah-wah" only when I learned to spell
the word.
From "The Story of My Life", CHAPTER I



FROM ANN SULLIVAN’S LETTERS TO SOPHIA HOPKINS.

April 5, 1887.

I must write you a line this morning because something very important has happened. Helen has taken the second great step in her education. She has learned that EVERYTHING HAS A NAME, AND THAT THE MANUAL ALPHABET IS THE KEY TO EVERYTHING SHE WANTS TO KNOW.

In a previous letter I think I wrote you that "mug" and "milk" had given Helen more trouble than all the rest. She confused the nouns with the verb "drink." She didn't know the word for "drink," but went through the pantomime of drinking whenever she spelled "mug" or "milk." This morning, while she was washing, she wanted to now the name for "water." When she wants to know the name of anything, she points to it and pats my hand. I spelled "w-a-t-e-r" and thought no more about it until after breakfast. Then it occurred to me that with the help of this new word I might succeed in straightening out the "mug-milk" difficulty. We went out to the pump-house, and I made Helen hold her mug under the spout while I pumped. As the cold water gushed forth, filling the mug, I spelled "w-a-t-e-r" in Helen's free hand. The word coming so close upon the sensation of cold water rushing over her hand seemed to startle her. She dropped the mug and stood as one transfixed. A new light came into her face. She spelled "water" several times. Then she dropped on the ground and asked for its name and pointed to the pump and the trellis, and suddenly turning round she asked for my name. I spelled "Teacher." Just then the nurse brought Helen's little sister into the pump-house, and Helen spelled "baby" and pointed to the nurse. All the way back to the house she was highly excited, and learned the name of every object she touched, so that in a few hours she had adDED THIRTY NEW WORDS TO HER VOCABULARY. HERE ARE SOME OF THEM: DOOR, OPEN, SHUT, GIVE, GO, COME, and a great many more.

P.S.--I didn't finish my letter in time to get it posted last night; so I shall add a line. Helen got up this morning like a radiant fairy. She has flitted from object to object, asking the name of everything and kissing me for very gladness. Last night when I got in bed, she stole into my arms of her own accord and kissed me for the first time, and I thought my heart would burst, so full was it of joy.


"Ahora ya no soy muda". Helen Keller y Ann Sullivan en 1930.

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