La cárcel de Carabanchel, símbolo de la represión franquista y uno de los centros penitenciarios más duros de España, cerró en octubre de 1998. Todos los presos fueron trasladados a otros presidios y Carabanchel quedó vacía. Desde entonces, se ha convertido en un complejo de edificios abandonados, a la espera de su demolición definitiva, al que no está permitido acceder. Nosotros lo hicimos. Y esto es lo que vimos...
Nota: este reportaje fue publicado en 2001, cuando la cárcel todavía seguía en pie, aunque abandonada.
Texto: Américo Virus Fotos: Kang Long
ELLAS
Carabanchel, sexo encarcelado (último pase)
Sólo quedan ellas. Silenciosas. Inmóviles. Desnudas. Posando para nadie. Sonriendo a la pared muda. Empapadas en el viento frío que recorre hoy las celdas y las sombras del penal desvencijado de Carabanchel.
Damas del cotidiano holocausto de semen carcelario, guardianas del onanismo inenrejable, hadas de la desmemoria, sacerdotisas del tedio y el desasosiego, presiden los altares encamastrados donde presos de todos los delitos aprehendieron y expulsaron el placer de sus cuerpos cual efímero sueño de ausencia.
El preso
El camastro
domador de noches, aduana de soliloquios, adormecedor de la locura, colchonero, vibra bajo la omnipresente visión apenumbrada de ellas, o su simple rememoración, y engalana con sus requiebros estructurales y muellísticos el quedo susurro de las impotencias sublimadas.
La pared celdaria
chorreante de improperios, docta en conmiseraciones, desdeñable único testigo, se abre en canal bajo ellas, como una duna del desierto ante el viento azul de medianoche, y reverbera mientras las sostiene, iluminada por las sombras del deleite, enjalbegada, a veces, por su fruición.
La ventana
orificio comunado, escalofrío del horizonte, cuña de cielo quebrantado, aleatorio remedo de placeres furtivos, arroja sombras de condena con trazos abarrotados, sólidos e implacables, que ellas se encargarán, rítmicamente, de destejer.
El váter
refugio de intimidades desesperadas, burdo y pestilente agujero entubado de uralita, confesionario de la soledad, escenario habitual de justas presidiarias y mortales juicios de Dios, puerto de autosalida y autorrecogida del cargamento regular de sustancias olvidantes, recibe incesantemente el cálido alivio de ellas, adosadas confidentes o en viaje transitorio de placer.
Los evadidos
pocos, algunos cercenados en los albores de su ilusión, tunelarios románticos, originales oportunistas, escaparon a su influjo, a su paginación desencuadernada, a su desplegamiento a cuádruple página, para surcar la travesía de la huida, por médanos de libertad, en barcos de euforia y escondrijo, donde hembras de hueso y sangre los soportaron u otras ellas se encargaron de aplacarlos.
La hora del vis a vis
una vez al mes, a una hora concreta y esperada; un funcionario de prisiones en una puerta y, de súbito, ellas se quedan solas, desvirtuadas de su razón de ser, heridas en su orgullo o comprensivas con el transitorio desprecio de su necesitado cautivo que, cuando vuelve, insatisfecho de realidad, ahíto de precipitaciones demoradas, fatigado de inhabilidades contraídas, sumido en un murmullo de acometidas, dormita, candente de piel, en otros recovecos del ensueño.
Los fantasmas
con sus pelos de punta, sus suicidios a cuestas y sus óbitos de reyertas sangrantes, errabundos por los pasillos, cada noche, retornan a ellas, que los acogen en sus caderas de celulosa, los mecen entre sus senos satinados, los calientan sobre sus coños cuatricomiados y los dan de follar. Porque ellos, sí, los fantasmas, fueron los que pidieron de rodillas, a los presos partientes, a punto de coger el furgón de traslado, que no, que no se las llevaran, que se las dejaran sobre los tablones de la celda, prendidas de un aparente vacío de admiradores, sólo para su goce y, sobre todo, para el de sus noches.
Las modelos
acaso poco más que un reflejo de ellas, con sus defectos sin camuflar, sus cirugías sutiles, sus afanes de famoseo, sueños por cumplir y anhelos rotos, muchachas modestas, vivaces o arrinconadas, empecinadas en princesear, émulas por contrato de su propia perfección retocada, posaron despreocupadas del uso de su imagen, a veces cínicamente autoengañadas.
Y cuando Inma del Moral, modelo y presentadora de televisión, musa de la informalidad, se despierte sobresaltada sin motivo alguno a media madrugada, tal vez se deba a los quejidos plenos de consuelo de aquellos que gozaron, más que nadie, los repechos de su herencia.
O cuando Noemí Rodríguez, orgullosa ganadora del primer concurso español de playmates, tiente a la plácidez dominical del paseo marítimo de Barcelona con sus deslumbrantes ventajas participativas, tal vez atisbe entre las olas incipientes espumas que no son sino disturbios de placer de condenados que la corearon entre sus manos.
Finalmente, después de que el trovador de barrio cantara trémulo por última vez en el patio de penas, demolieron los muros del presidio, socavaron sus cimientos y elevaron sobre sus escombros un hospital, una casa de la cultura, un bar o una sex-shop, donde tal vez sólo ellas, fantasía erótica de media tarde, coito imaginado, ansia insinuada, o el espíritu de la vitalidad generatriz que desbocaron, perduren en el lugar cuando ya nadie se acuerde de que aquello fue una cárcel, en Carabanchel, en tiempos de dictadores y retoñales democracias, y entre sus muros retumbaban espasmódicamente los jadeos añorantes de aquellos que, mutilados de iniciativas, deshechos de esperanza o simplemente aburridos a la espera de un tercer grado, pernoctaron, siervos del instinto, frente a ellas, perpetuando si no la especie, sí lo que la perpetúa, esto es, huelga la palabra, sexo.
DE PRIMERA MANO*
* Todas las citas sin mención de autor son de M.S., uno de los últimos presos en ser trasladados de Carabanchel.
El preso
"El sexo está siempre en la mente del preso, aunque lo quieras apartar: por las fotos de las paredes, por los comentarios, porque te toque a ti ir al vis a vis, o le toque a tu compañero o al de al lado." *
"No se pueden pasar oficialmente revistas pornográficas, tipo 'Private', por ejemplo. Lo que sí te permiten es tener el 'Interviú', el 'Primera Línea' o el 'Man'. Las porno las pasas en el vis a vis o en los paquetes que te envíen (puedes recibir dos al mes). Entre varios 'Hola' metes un 'Private'. Los 'jichos' (funcionarios) no siempre revisan los paquetes. Muchos trapichean con revistas, droga o botellas de whisky. Pero les tienes que pagar tres veces más de lo que cuestan en la calle."
"Si la galería anda escasa, una buena revista porno se puede llegar a alquilar por 500 o 1.000 pelas por día."
"A veces, alguno quería sentir el olor del coño de una piba. A otro no le importaba, y le traía del vis a vis las bragas de su piba. Incluso alardeaban de tener las bragas y la enseñaban por toda la galería."
El camastro
"En la sexta galería -el Bronx, porque estaba llena de todo tipo de gente-, había celdas en que vivíamos hasta diez presos. Por las noches, sonaban las camas. Algunos se mosqueaban y gritaban : 'Oye, tú, para, que te estoy oyendo'; otros, llegaban incluso a darle una patada si estaba en la litera de arriba."
"En la cárcel, cuanto más tiempo estés dormido, mejor. Las noches son muy duras, muy frías, muy largas."
La pared
"Al principio te extraña, pero luego me ha llegado a divertir el empapelar las paredes con fotos porno, juntando las tetas de una con el coño de otra. Tiene su arte."
"Las fotos las pegábamos con pasta de dientes, que también nos servía como ambientador echándola en el suelo y pasando la fregona. Deja un buen olor."
"Todas las paredes de todas las celdas están totalmente cubiertas de fotos pornográficas. Incluidas las del váter. No hay ni un solo centímetro cuadrado libre."
La ventana
"Las últimas celdas de la 5ª galería, que estaban vacías, eran 'chabolos' (celdas) privilegiados porque se veía el patio de la cárcel de mujeres. Los funcionarios, que tenían las llaves, las alquilaban. Los que iban se ponían las botas. Eran pibas reales. Se despelotaban aposta porque sabían que las miraban. Se te ponían abiertas de patas o con el culo en pompa para que tú te pajearas."
"Muchas ventanas daban a la cárcel de mujeres. Te comunicabas con palo y bote de yogur "Yoplait". Escribías las letra en el aire. Les podías expresar tus fantasías sexuales. Le podías decir: 'tengo unas ganas de comerte el coño...' Y las mujeres te contestaban cosas parecidas. Las pibas son mucho peores, porque no tienen reparo en hacérselo con una tía, con su compañera de 'chabolo'.
"Los travestis, desde sus ventanas, te enseñaban las tetas y, a tu lado, la peña pajeándose. 'Pues yo me hecho una paja a su salud y está buena', me dijo uno. Y le comprendo."
El váter
"Masturbarse en la cárcel es lo más normal del mundo. Habitualmente, lo haces en el "tigre" (el váter). Te metes con una revista. Luego a tu compañero también le entran ganas y te dice: 'dáte prisa, que luego voy yo'. Para mí es algo íntimo y sólo lo hacía en el váter, pero otros lo tenían asimilado y cogían una revista y te decían: 'disculpa, pero tengo que hacerme una paja', y se la hacían delante tuyo."
Los evadidos
Una de las fugas más sorprendentes que se recuerdan en la historia de Carabanchel fue la que protagonizó el preso Rufino Pando Muñiz en los primeros años del penal, cuando muchos presidiarios colaboraban en tareas administrativas porque su nivel cultural era superior al de los funcionarios. Pando Muñiz divulgó el bulo de que un hermano suyo le gestionaba un indulto particular. El rumor se extendió, cuajó, y a nadie le extrañó que obtuviera una orden de excarcelación. Claro, que el documento se lo tramitó él mismo aprovechándose de su puesto como recluso en la oficina administrativa. Salió despidiéndose tranquilamente de todos, como un señor.
El vis a vis
Vis a vis (cara a cara): encuentro del preso con su pareja, en la intimidad, dentro de una habitación con una cama. En Carabanchel estaban autorizados durante una hora al mes.
"No es ni la mitad de la satisfacción que tienes en una relación sexual con la mente relajada, en la calle."
"Es imposible hacer el amor en la cárcel. En el vis a vis sólo se folla. No queda tiempo para el corazón."
"Una hora al mes es muy poco. Casi te perjudica, porque es más lo que te cuesta volver del vis a vis que la ilusión que hayas tenido al ir a hacerlo."
"Me daba igual follarme a mi novia, que a mi mujer, que a una puta. ¡Ojalá se pudieran meter putas a la cárcel!"
"Si mi mujer estuviera en la cárcel y yo fuera a un vis a vis, no se me empalmaría, porque ella me diría: 'Empálmate, que te quiero follar'."
"Vas a lo que vas. Tu novio está cachondo Te quitas la ropa y arreando. Es muy frío. Cuando te das cuenta te quieres ir. Por mucho que sea tu novio, no te estimula nada. Es asqueroso. Los funcionarios son muy bordes. Te tratan como si tú también estuvieras presa. Te miran como diciendo: 'ahí viene ésa, a ver al otro, que está preso, ¡vaya plan!' Cuando te vas, te da pena de tu novio, de que se quede ahí". (novia de un preso)
Los fantasmas
"Con este concierto quisimos matar los fantasmas de Carabanchel. Lo pasé muy mal. Yo siempre termino empapado de sudor y esa vez no sudé ni una gota. Influyó mucho el sitio donde se hacía, con unas vibraciones muy negativas que a mí me afectó mucho; me hizo tener pesadillas durante un montón de tiempo. Además, creo que no fue una cosa únicamente mía; todo el mundo lo sintió. La gente no se atrevía a entrar en el recinto, recuerdo que esperaban en la puerta y no acababan de decidirse". (Rosendo, músico de rock, vecino de Carabanchel, tocó el 26 de marzo de 1999 en el patio central de la cárcel para celebrar su cierre. El concierto se editó con el título de "siempre hay una historia")
"Los presos nos preguntamos por qué Rosendo no tocó cuando estábamos allí. Que luego nos dedicara el disco me parece un acto de hipocresía".
Las modelos
"Si fulanito me tiene colgada en su pared, es su problema. A mí nadie me está tocando ni violando. Creo también que las fotos que hace la revista 'Play-boy' son más artísticas que las de otras publicaciones en las que la modelo sale espatarrada diciendo: 'ven aquí, niño'" (Noemí Rodríguez, play-mate española del 2000)
"Me encanta que un preso se divierta haciéndose una paja a mi salud. Es un halago que escoja mi foto y no la de otra. Me hace sentirme deseada y más guapa" (Alexia, show-girl y modelo del Play-boy americano)
"En la cárcel se masturban hasta con el 'Tp' (revista sobre la programación televisiva). Sale una tía en biquini y ya se lían. Que lo hagan con una foto mía ni me gusta ni me disgusta. Me es indiferente. Tengo un ex-novio en la cárcel y antes nos veíamos en el vis a vis. Nunca hablábamos del tema, pero me imagino que tenía fotos mías y se masturbaba con ellas". (Sandra, sexy-gogó con serpiente y modelo de portada de la revista "Primera Línea")
"Cuando te conviertes en una 'pin-up', sabes que vas a estar colgada de muchas paredes. Y eso quiere decir que gustas y que las fotos han dado su resultado como producto. Pero, cuando te las haces, en lo que menos piensas es en si se van a masturbar con ellas. Que hagan lo que quieran. Tú lo que andas buscando es dinero y promoción (Rossanna "Loly-Pop", artista de perfomances y modelo de portada de "Primera Línea")
Entrevista con Enrique González Duro
Psiquiatra y autor de un informe sobre el antiguo Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Carabanchel
- ¿Cómo aborda la sexualidad el sistema penitenciario español?
- Oficialmente, el sexo no existe en la cárcel. No hay mujeres en las cárceles de hombres y no hay hombres en las cárceles de mujeres. Es un régimen penitenciario absolutamente segregado. Esto es así hasta para los funcionarios, exceptuando los altos cargos. Ello supone una situación que no es normal para el desarrollo de las personas en su relación con las del otro sexo. Lo que no se tiene en cuenta es que el sexo es una necesidad biológica. Y no se puede negar lo evidente.
- ¿Qué consecuencias acarrea esta situación?
- Genera un estado de frustración sexual latente que desemboca en violencia. Hace aflorar una sexualidad subterránea, troceada, deshumanizada, marginada y a veces hasta perversa y violenta, como la masturbación compulsiva o la homosexualidad consentida u obligada. Los funcionarios hacen la vista gorda y obligan al preso a una sexualidad culpabilizante. El resultado que se busca es la abolición de la persona.
- ¿Esa falta de reconocimiento oficial de la sexualidad de los reclusos es similar a la de la droga?
- Así es. Hasta hace muy poco, no se daban preservativos porque suponía reconocer que allí había sexo. Lo mismo sucedía con las jeringüillas. Pero en la cárcel hay todo un mercado montado sobre la droga. Llama la atención que en un régimen tan cerrado se mercadee con objetos prohibidos.
- La masturbación es habitual en la prisión.
- Y menos mal. Mucho peor son las violaciones o las imposiciones sexuales.
- ¿La masturbación puede generar conflictos en la persona?
- Cuando no hay acceso libre a una persona del otro sexo, es inevitable la masturbación, en la cárcel y fuera. Sobre todo si es gente joven, con necesidades biológicas más fuertes. El problema es si se hace con culpa, que puede crear neurosis. Pero hoy no se da, porque está admitida. Desde que se sabe que, en algún momento de su vida, la practica cerca del noventa por ciento de la población, ha dejado de ser tabú. Antes, la religión decía que era pecaminosa. Éso era lo que conllevaba problemas. Otra cosa es si una persona sólo realiza este tipo de práctica sexual. Puede acostumbrarse a una sexualidad solitaria y luego mostrarse torpe con una pareja, porque no es lo mismo fantasear que tener en cuenta a la otra persona, con sus posibles rechazos. La realidad aquí es muy superior a la fantasía.
- ¿Adquiere allí dentro alguna particularidad?
- No, no hay mucha diferencia con lo que se hace fuera. En la masturbación, lo que funciona es la fantasía y, afortunadamente, en la cárcel existe la fantasía. Y las revistas porno. Lo único es que el preso puede que se masturbe con más frecuencia. Por otro lado, como la intimidad es menor, porque tiene que compartir la celda, el espacio para las prácticas íntimas también se reduce. Allí es más difícil aislarse y masturbarse, porque es un acto solitario, que no está aceptado que se haga en público. Este hecho es una fuente de inhibición.
- ¿Que opina del vis a vis (visita de la pareja del preso a la cárcel, en la intimidad, en Carabanchel autorizada durante una hora al mes)?
- El vis a vis busca relajar la vida carcelaria intentando normalizar las relaciones sexuales. Pero es un acto sexual muy recortado en tiempo y espacio, y sólo palía la pura necesidad fisiológica. Tiene lugar en una habitación inhóspita donde no se puede hacer otra cosa que follar. Lo utilizan como evacuatorio. Es como cuando llevaban putas al ejército. Aquí la puta es la propia mujer del preso, que es utilizada como un objeto. Ella ama su pareja y acepta esas condiciones porque le da pena. Pero no es una relación de igual a igual. En la película "Expreso de medianoche" hay una escena de ese tipo: el preso le pide a la mujer que se desnude y ella se pone a llorar. Es un acto represivo más. Se debería realizar en lugares más espaciosos, como un hotel, con una sala de espera aparte.
- ¿Que pudieran entrar prostitutas mejoraría la situación?
- No, porque la prostitución tampoco es un modelo de relación.
- ¿Está de acuerdo con que sólo se pueda mantener el vis a vis con una pareja estable, de más de un año de relación?
- Me parece un poco absurdo, porque muchos presos, precisamente por la marginalidad en la que viven, no tienen novia, ni están casados. Esa norma forma parte del comportamiento institucional de entrometerse en la vida privada de la persona, de la hipocresía de una institución que niega el sexo dentro de ella.
- ¿La cárcel puede dejar secuelas sexuales?
- En términos generales, sí, porque en ella la vida es degradada, y la sexualidad también. Por otra parte, aunque se tenga dentro de ella relaciones homosexuales, la cárcel no hace a la persona homosexual, porque son prácticas por aislamiento y por necesidad, como ha sucedido también en las guerras, en los internados de adolescentes o en naufragios. Lo que puede ocurrir es que el preso, al salir, sea poco tierno con su pareja, porque ha vivido en una situación de violencia. Sobre todo, si es muy larga la estancia.
- ¿Hay algún tipo de preso que se resienta más que otro de esta sexualidad anormal que existe hoy en las cárceles españolas?
- Los violadores. Para un violador la cárcel no sirve. Nunca va a salir curado de ella, porque su curación pasa por que pueda asumir una sexualidad normalizada. Y eso allí es imposible. Un violador tiene que perder el miedo a la mujer y, por tanto, el odio. Se siente impotente ante una mujer porque piensa que no le es posible tener una relación normal con ella. Sólo violando se siente capaz. Si la mujer accediera libremente al acto sexual, no le interesaría. Por ello, lo que necesita es un tratamiento de rehabilitación sexual. Desgraciadamente, la idea generalizada es que a los violadores hay que machacarlos y punto. Hay poca gente que haya intentado curarlos. Y son curables, porque nadie nace siendo violador.
- ¿Cómo podría mejorar la sexualidad de los presos en las cárceles españolas?
- Lo ideal sería que el régimen fuera mixto y que las personas pudieran tener libremente relaciones sexuales. Pero, amigo, hablar de eso sería escandaloso. Tanto, que llama la atención. Y, sin embargo, ¿por qué dos personas que fuera pueden tener sexo no pueden tenerlo dentro? En la cárcel, a las personas no sólo se les priva de libertad, sino de muchos otros derechos, como el de tener una sexualidad digna. Serían más humanizadas si fueran mixtas. Actualmente, es una institución perversa.
- ¿Qué opina de la institución penitenciaria, en general?
- Como decía Michel Foucault, la cárcel es una fábrica de delincuentes. No sólo no los rehabilita, sino que los refuerza en su rol de delincuentes, porque delincuente es el que ha pasado por la cárcel. Es allí donde se le pone la etiqueta, el rol, que antes no tenía, aunque hubiera cometido el mismo delito. No es ningún lugar de aprendizaje de libertad. Al salir de ella, las personas tienen que readaptarse, y les es más difícil que antes de entrar, por lo que vuelven a lo de siempre. Terminan resignándose, asumiendo su rol de delincuentes y el antagonismo carcelario: "si me cogen, pues es que he sido tonto, y lo pago". Dicen que son necesarias. Lo serán, pero no dicen mucho en favor de la sociedad.
Apuntes de una historia
La cárcel de Carabanchel se inauguró en 1944. La construyeron los propios prisioneros republicanos para los que había sido proyectada cinco años antes, al término de la guerra civil. Las 200.000 hectáreas de terreno costaron, en 1940, cerca de 650.000 pesetas. La revista carcelaria "Redención" la calificó entonces de "modelo en las de su clase, con capacidad para 2.000 reclusos". Al principio se abrió sólo una galería de las ocho planificadas. No se completaría hasta 1956 y su capacidad no alcanzaría la prevista.
Por Carabanchel han pasado los presos más ilustres de los últimos cincuenta años. Desde Eleuterio Sánchez, "El Lute", que dio con sus huesos en ella a los 16 años por robar unas gallinas, al ex-presidente del Atlético de Madrid, Jesús Gil, o el ex-gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, que en los años sesenta injurió al Jefe del Estado.
Los presos políticos constituyeron un grupo aparte hasta la llegada de la democracia. Entre los más conocidos figuran el fundador de Comisiones Obreras, Marcelino Camacho, incansable organizador de debates, el ex-ministro Enrique Múgica, los socialistas Enrique Curiel y Luis Solana, José María Ruiz Gallardón, padre de actual presidente de la Comunidad de Madrid, que cantaba zarzuelas para animar a los otros presos, o los viejos luchadores antifranquistas Luis Lucio Lobato y Simón Sánchez Montero, alias "el mudo", porque, a pesar de las torturas, no traicionó a sus compañeros de partido.
Para muchos fue su última morada. Desde las víctimas de las famosas "sacas" de prisioneros, para fusilarlos, en la primera posguerra, al último ajusticiado por garrote vil, el asesino José María Jarabo. En los primeros años, muchos cayeron ante la tortura, como el comunista Abilio Alonso de la Cruz, del que se dijo que se había suicidado con un cinturón cuando en realidad sucumbió en el interrogatorio al que fue sometido para que confesara quién le había proporcionado una hoja del diario "Ya", prohibido entonces dentro de la cárcel.
También pasaron allí sus últimas horas el comunista Julián Grimau, fusilado en 1963 tras ser traicionado, y los etarras que pasarán a la Historia como los últimos ejecutados del franquismo.
Con la llegada de la democracia y la amnistía de los presos políticos, Carabanchel fue paulatinamente convirtiéndose en un centro de "realojo" de marginados, principalmente toxicómanos. En 1982 llegaron a hacinarse hasta 2.300 presos, la mayoría preventivos (a la espera de juicio).
En julio de 1998 dejaron de llegar nuevos reclusos. Tres meses más tarde, los 1.600 que quedaban fueron trasladados a los penales de Soto del Real y Aranjuez. El 29 de octubre partió el último furgón.
En marzo de 1999, el músico de rock Rosendo, vecino de Carabanchel, grabó un disco en directo en el patio del presidio, con el título "Siempre hay una historia", y se lo dedicó a los presos, aunque éstos se preguntan porqué no dio el concierto cuando estaban dentro.
Actualmente, las instalaciones están vacías, a la espera de que se decida qué uso dar al solar que quede tras su demolición.
La cárcel de la represión
La cárcel de Carabanchel, símbolo de la represión franquista y uno de los centros penitenciarios más duros de España, cerró en octubre de 1998. Todos los presos fueron trasladados a otros presidios y Carabanchel quedó vacía. Desde entonces, se ha convertido en un complejo de edificios abandonados, a la espera de su demolición definitiva, en el que sólo quedan los desperdicios que sus inquilinos dejaron. Entre ellos, las fotos que decoran todas las celdas, hembras desnudas que testifican silentes contra la represión sexual que el sistema penitenciario español ejerce sobre sus condenados.
"Todas las paredes de todos los chabolos (celdas) están completamente cubiertas de fotos porno. No hay ni un solo centímetro cuadrado libre", cuenta uno de los últimos presos que abandonó la cárcel de Carabanchel, a finales de octubre de 1998, dejando en sus paredes constancia de algo más que privación de libertad.
Las revistas pornográficas están oficialmente prohibidas en prisión. Otra cosa son las que exhiben el erotismo como reclamo, tipo Interviú, Primera Línea o Man. Pero todas terminan por entrar. "Cada mes podías recibir dos paquetes", cuenta un ex-preso del penal madrileño. "Y entre varios Hola, pues metías un Private". Obviamente, estos envíos eran objeto de cuidadoso examen por parte de los funcionario de prisiones. Pero, debido a la ingente cantidad de presidiarios - en diciembre de 1982 llegaron a estar hacinados hasta 2.300 en un recinto acondicionado para 1.500- y, en parte, por picardía, "los jichos (los funcionarios) te dejaban un margen para jugar con tu confianza: no te revisaban varios paquetes para que te confíes y luego cazarte".
Otra forma es a través del vis a vis, encuentro íntimo que el preso puede mantener una vez al mes con su pareja. La tercera vía es directamente a través de los funcionarios. "Muchos de ellos trapichean con revistas, droga o whisky. Pero les tienes que pagar tres veces más que lo que cuestan en la calle".
Este esfuerzo adicional que supone introducir una buena revista porno la encarece. "Si la galería andaba escasa, se podía llegar a alquilar una revista por 500 o mil pelas por día".
Arte parietal
Luego se procede a la decoración de la pared. Como adhesivo se usa la pasta de dientes (cada semana recibían un tubo), que también les sirve como ambientador. "La extendías por el suelo, pasabas la fregona y dejaba buen olor".
Empapelar la pared no consiste simplemente en pegar una foto yuxtapuesta a otra. Los más creativos buscan una belleza añadida en "juntar el coño de una con las tetas de otra, las tetas de otra con la boca de una; tiene su arte".
Cada preso suele tener su "novia por foto". Muchos la encuadran. "Al principio de llegar", comenta un ex-preso de Carabanchel, "vino uno y me dijo: '¿Has visto a mi piba?'. 'Joder, la tiene desnuda', pensé. Y es que era su piba imaginaria".
El sexo está siempre presente en la mente del presidiario. "Aunque te lo quieras apartar, siempre están las fotos, los comentarios o los vis a vis, ya te toque a ti o al de al lado".
Paradójicamente, oficialmente no existe el sexo en la cárcel. Aunque se haga la vista gorda, no están permitidas las fotos porno en las paredes y cuando un funcionario se cabrea o anda buscando un arma, por ejemplo, puede exigir que se quiten.
Hasta hace poco no se han repartido preservativos en las prisiones españolas, porque suponía reconocer la sexualidad carcelaria. En Carabanchel se repartían seis condones al mes, de sobra para las necesidades de los inquilinos. "Los rompías para hacerte gomas para el pelo o 'empetarte' la droga en el culo".
El "tigre"
A pesar de que la frecuencia masturbatoria se eleva dentro de una institución cerrada como la carcelaria, en la que se priva a la persona de la posibilidad de tener una sexualidad normal, suele ser más difícil que en la calle buscar el momento adecuado para masturbarse por la falta de intimidad.
Lo más normal es irse al "tigre" (el váter) con una revista. Los váteres en Carabanchel eran agujeros con un tubo de uralita por el que defecar. También era el lugar donde se dirimían las diferencias con peleas que podía terminar con la muerte de uno de los contendientes. Estaba dentro de la misma celda, separado por una cortina que deja ver la parte superior de la cabeza de su usuario, sus paredes estaban cubiertas de fotos porno.
"Otros lo tenían más asimilado. Cogían la revista y te decían: 'disculpa, pero tengo que hacerme una paja', y se la hacían delante de ti, tumbados en la cama".
En la sexta galería, llamada el Bronx porque estaba llena de todo tipo de gente, era más difícil aún, porque vivían hasta diez reclusos en una misma celda. "Por las noches sonaban las camas", relata uno 'Alguno se mosqueaba y le gritaba: 'Oye, tú, para, que te estoy oyendo'; otros llegaban incluso a darle una patada al que se masturbaba si estaba en la litera de arriba".
Un ex-carbanchelero refiere que prefería estar en una celda solo, o incluso en la celda de castigo, el "chopano", porque en ellas tenía más intimidad. Entre otras "ventajas", podía masturbarse en la cama a cualquier hora.
La modelo
La otra cara de la historia son las modelos, que no parecen darle mucha importancia al uso que se haga de su imagen. "Cuando te conviertes en una pin-up, sabes que vas a estar colgada de muchas paredes", reconoce Rossanna Loly-Pop, artista de perfomance y modelo de portada de Primera Línea. "Eso quiere decir que gustas y que las fotos han dado su resultado como producto. Pero, cuando te las haces, en lo que menos piensas es en si se van a masturbar con ellas. Tú lo que andas buscando es dinero y promoción".
Para otras, como Alexia, show-girl y modelo del Play-boy americano, es un honor. "Me encanta que un preso se divierta haciéndose una paja a mi salud. Es un halago que escoja mi foto y no la de otra. Me hace sentirme deseada y más guapa".
También las hay que se desvinculan de las fotos que las han llevado a la popularidad. Como Noemí Rodríguez, play-mate española del 2000, que ganó el primer concurso de Play-boy celebrado en España. Para Noemí, que busca su lugar en el mundo del espectáculo y el cine, las fotos del Play-boy son "más artísticas que pornográficas". En cualquier caso, "si fulanito me tiene colgado en su pared, es su problema, a mí nadie me está tocando ni violando".
Vis a vis
Una vez al mes, el preso tiene derecho a pasar una hora con su pareja en una habitación, solos. Previamente, hay que rellenar una instancia solicitando el permiso para ello y probar que llevas más de un año con tu pareja. En Carabanchel solían tardar mes y medio en recibir respuesta.
Un ex -preso con novia desde hacía doce años, recuerda que no disfrutaba del vis a vis. "Me daba igual follarme a mi novia, que a mi mujer, que a una puta. ¡Ojalá se pudieran meter putas en la cárcel! Si mi mujer estuviera en la cárcel y yo fuera al vis a vis no se empalmaría, porque ella me diría: "empálmate, que te quiero follar".
Para algunos, es peor, incluso, tener el vis a vis que no tenerlo, porque "es más lo que cuesta volver a la celda que la ilusión de ir a él".
Las descripciones de lo que en ellos se hace suele ser bastante cruda. "Sólo quieres que tu pareja se abra de patas; pero, ¿cómo le expreso mi cariño? En el vis a vis sólo se folla. No queda tiempo para el corazón".
Ellas, las parejas, no lo ven muy distinto. Sandra, sexy-gogó con serpiente y modelo de portada de Primera Línea, tiene un ex-novio en la cárcel al que visitaba en el vis a vis y lo tiene claro. "Vas a lo que vas. Tu novio está cachondo, te quitas la ropa y arreando. Es muy frío. Cuando te das cuenta te quieres ir. Por mucho que sea tu novio, no te estimula nada. Es asqueroso. Los funcionarios son muy bordes. Te tratan como si tú también estuvieras presa. Te miran como diciendo: 'ahí viene ésa, a ver al otro, que está preso, ¡vaya plan!' Cuando te vas, te da pena de tu novio, de que se quede ahí".
Visiones de perlancha
La fotos no eran la única fuente de fantasía sexual masturbatoria. Estaba la perlancha (la ventana). Algunas, por lo menos. Como las de las últimas celdas de la quinta galería, que permitían ver el patio de la cárcel de mujeres contigua. "Estaban vacías y un funcionario las alquilaba y facilitaba las llaves. Los que iban se ponían las botas. Eran pibas reales. Se despelotaban aposta porque sabían que las miraban. Se te ponían abiertas de patas o con el culo en pompa para que tú te pajearas".
Desde otras ventanas se veían las celdas de los travestis. "Te enseñaban las tetas y, a tu lado, la peña pajeándose. 'Pues yo me he hecho una paja a su salud y está buena', me dijo uno. Y le comprendo".
Más romántica solían ser las "conversaciones" de ventana a ventana con las celdas de la cárcel de mujeres por el sistema del "boteo", que consistía en enganchar de un palo un bote de yogur "yoplait", un "yop", que, "al ser blancos, se podían ver de noche". Escribían en el aire, al revés, para que su interlocutora lo leyera bien. Algunos han llegado a ligar de esta forma. "Era como jugar a Cyrano de Bergerac".
Pero tampoco se evitaban las fantasías sexuales. "Le podías decir: 'tengo unas ganas de comerte el coño...' Y las mujeres te contestaban cosas parecidas. Ellas son mucho peores, porque no tienen reparo en hacérselo con una tía, con su compañera de 'chabolo'. Sé de algunas que se follaban con botes de 'yop'".
Aunque se ha hablado mucho de la homosexualidad en la cárcel, los presos en general, la ven bastante circunscrita a ciertos ambientes. Se da más entre los que cumplen una pena muy larga que entre los preventivos (a la espera de juicio), que era el caso de la mayoría de los que vivían en Carabanchel.
También se da como pago por droga. "Se metían en la hora de la siesta con el camello y todo el mundo sabe lo que pasaba. A mí no me gustaba hablarme con esa gente. Si lo hace por gusto, no me importa, pero por droga me parece inhumano", comenta un preso anónimo.
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