Al pintor Sun me lo presentó su hijo una tarde de septiembre. Uno de sus paisajes me llamó la atención en la tienda donde este trabaja; luego lo he encontrado abigarrado.
En una tienda de Gu Wen Hua Jie (Calle de la Cultura Tradicional) donde pintan los pintores los domingos me corroboraron su prestigio.
Su hijo me dio su dirección. (SIGUE EN Más información)
Tiene el pintor una facha de entre cocinero, con su delantal en vez de bata, y senderista dominguero, con sus sandalias aerodinámicas, su gorrita de Nike y su panza.
Comienza su jornada en El Corte Inglés a las cinco de la tarde. En el pasillo que da a la sección de libros. Se queda hasta las ocho.
Se llama Antonio Gómez Martín. Por la mañana trabaja en su estudio.
(SIGUE EN Más información)
imágenes de: http://blogs.pitch.com/ (el cuadro no es del pintor Sun) y http://www.lomejor.com/ (el cuadro sí es de Antonio Gómez Martín)
En casa del pintor Sun
Al pintor Sun me lo presentó su hijo una tarde de septiembre. Uno de sus paisajes me llamó la atención en la tienda donde este trabaja; luego lo he encontrado abigarrado.
En una tienda de Gu Wen Hua Jie (Calle de la Cultura Tradicional) donde pintan los pintores los domingos me corroboraron su prestigio.
Su hijo me dio su dirección.
El último día de septiembre, por la tarde, voy a su casa.
Se tarda media hora en bicicleta desde la universidad. Vive en un callejón perdido de un hutong inmundo.
Los vecinos no están seguros de dónde está el número 34, donde vive el pintor Sun.
Se llega a él por callejones estrechos. Pero la luz entra, en otoño, en medio del patio donde está su casa.
En la casa de al lado de los Sun vive un hombre que mantiene siempre uno de sus brazos en alto.
Cuando llego, el pintor Sun está pintando tigres.
No habla inglés. Mi chino es muy precario. Pero me entiendo con él gracias a mi Collins de bolsillo.
Viene a saludarlo una joven pareja con un bebé. El pintor Sun es amable con sus visitantes. Todos sonríen al verme.
Los Sun me invitan a cenar. Uno de los platos parece algo de casquería. Sólo verlo me repugna. Digo que soy vegetariano. Creo que no me vuelven a invitar a comer.
Después de comer, me enseña a coger el pincel y me pide una demostración de mis aptitudes antes de aceptarme como alumno. Pinto un aprendiz de brujo.
El domingo por la mañana, a las nueve, vuelvo a su casa.
El pintor Sun trabaja en su dormitorio conyugal. En una mesa plegable que, al abrirla, ocupa toda la habitación.
Cuando llego, el cuadro de los tigres está terminado.
El pintor Sun es pausadamente nervioso. Fuma bastante.
Un amigo viene a verlo. Beben té. Comen manzanas.
Comentan el cuadro de los tigres y sus bocetos anteriores.
El tigre que ruge lo repitió tres veces.
El pintor Sun es perfeccionista. Domina su arte.
Por la tarde, el cuadro de los tigres está expuesto en una tienda de Gu Wen Hua Jie.
El domingo siguiente voy de nuevo a su casa.
Está cerca de dos horas y media charlando con un amigo que viene a visitarlo.
Después, dibuja unos árboles y me pide que los copie.
El tronco es un remolino ascendente de pinceladas. Las hojas son tres trazos.
La textura de las rocas son el pincel a ras de papel hacia abajo.
Hojeo en su casa algunos libros de Shan Shuei (Montaña y Agua) (un tipo de paisajismo).
Cuando viene su mujer de la compra, me marcho.
Antes, le agradezco sus enseñanzas. Se lo comenta, jocoso, a su mujer.
En casa del pintor Sun se respira calma el domingo por la mañana.
La ventana ocupa la mitad de la pared de su estudio-dormitorio.
Los Sun parecen una pareja feliz.
De “Cartas desde el McDonalds de Pekín” Tian Jin, oct 1993
Imagen: de http://www.youtube.com/watch?v=qflItiuBrqg (la imagen no es del pintor Sun, sino de Henry, de blueheronarts)
El pintor de “El Corte Inglés” de Nuevos Ministerios
Tiene el pintor una facha de entre cocinero, con su delantal en vez de bata, y senderista dominguero, con sus sandalias aerodinámicas, su gorrita de Nike y su panza.
Comienza su jornada en El Corte Inglés a las cinco de la tarde. En el pasillo que da a la sección de libros. Se queda hasta las ocho.
Se llama Antonio Gómez Martín. Por la mañana trabaja en su estudio.
La muchacha del mostrador contiguo de la tienda de fotografía, en uniforme negro, viene a saludarle. Y a recogerle los trapos donde limpia los restos secos de pintura del día anterior tras extraerlos con una espátula de su paleta, que es una plancha de cristal.
- Voy a tirar unas camisetas. ¿Te pueden servir?, pregunta la chica.
- ¿Son de algodón?
- Sí.
- Pues entonces tráemelas. Son los mejores trapos para pintura.
El que suscribe fantasea con que la muchacha en realidad ha ido a hablar con el artista por hacerse de notar ante su visitante.
Antonio utiliza dos caballetes. En uno cuelga la foto que copia y en otro el lienzo en el que pinta.
Sobre la mesa de la paleta, en un bote de barro de cuajada, tiene una mezcla de aguarrás con aceite de linaza.
- Otros prefieren poner sólo uno de ellos.
A continuación extiende los pigmentos, marca Titán, en la paleta de cristal, sobre lo que queda de los restos de los del día anterior.
Coloca los óleos en el borde de la paleta. Blanco, amarillo, color carne, ocre, sienas, rojos, azules, azul turquesa, azul oscuro.
En media hora, dos o tres personas vienen a preguntarle por los precios. Más de dos mil euros el tamaño más pequeño.
El pintor se extiende un poco más con un hombre que quiere pedirle el retrato de un militar vestido con su uniforme de gala. Sólo tiene la foto en blanco y negro.
- Sería conveniente que se haga aquí una foto a color, con el uniforme.
- En este caso, no es posible. Esta muerto. Era mi padre.
Antonio le pide entonces que le traiga otras fotos en color en las que aparezca ese uniforme. Y le emseña, en su carpeta de muestras de retratos, una foto de un retrato de un militar con todo tipo de condecoraciones.
El posible cliente queda satisfecho.
- Conozco a otro pintor, Dalmau. Seguro que lo conoces. Pinta caballos. Es muy bueno, dice el hombre.
- Caballos y temas madrileños. Lo conozco. Expuso aquí hace poco.
- Pero no es retratista. Y yo necesito un buen retratista. ¿Podrá estar para Navidad?
- No.... Tengo encargos que me van a ocupar hasta diciembre. A no ser que me lo traigas ya.
- Me voy de viaje mañana y tengo que buscar fotos del uniforme en los libros.
- Pues a primeros de septiembre sin falta.
Antonio está ahora pintando un doble retrato. Madre e hija, parecen ser.
Es muy detallista.
- Es retrato realista. O hiperrealista. Tengo otros con un estilo más personal. Pero, la gente, este es el estilo que pide.
Es diestro. Y con la zurda coge un palo en el que apoya el antebrazo derecho, para que tenga más estabilidad.
Está pintando los detalles de las caras. Utiliza un pincel muy fino. Hoy se está dedicando a los ojos de la mujer. Para el profano, la cara ya estaría terminada.
Pero puede que pase todavía varias horas matizando los ojos.
La niña tiene el brazo colocado alrededor del cuello de su madre y la manga sobre sale sobre el hombro de esta. En la foto, la camisa de la niña es blanca. En el cuadro, está esbozada con de un sinfín de colores.
- ¿Ves todos esos colores en el blanco de la manga?, le pregunto.
- En la realidad el blanco no existe.
Antonio coge un poco de pintura con el pincel y lo extiende en la zona central de la paleta. Luego añade otros colores y los mezcla.
Un minúsculo reflejo blanco aquí; una sombra turquesa, una gota de rojo y una línea de siena, allá.
- Esbozo primero con sanguina. En el borde de la cara de la mujer todavía se ve un poco. ¿Lo ves?
La verdad es que no lo aprecio.
- Suelo tardar un mes en hacer un retrato. Pero según te lo pida la obra. A veces tardo más.
Antonio es un pintor que domina el retrato. Domina la técnica clásica del retrato. En su semblanza, en un cartel a sus espaldas donde también indica los precios, los plazos y el procedimiento para encargarle un cuadro, además de los tantísimos premios que ha ganado, se declara heredero de los grandes retratistas españoles del XIX por la línea de sus maestros: Gil Guerra, Demetrio Salgado y Pedro de la Rúa Lissén.
Antonio pinta admirablemente. Es un maestro de su oficio. Pero diríase que no se ha atrevido a ir más allá. No parece haber buscado nuevos caminos en la pintura, o intentado “revolucionar” el arte pictórico: o no ha tenido imaginación para hacerlo; o aspiró a ello en algún momento de su carrera pero luego abandonó la aventura; o se encuentra cómodo en su papel de retratista solvente.
¿Podemos considerarlo artista o sólo artesano?
De lo que no cabe duda es de que, a su manera, Antonio es un pintor de éxito.
Madrid, 26jul2010
Imagen cuadro Antonio Gómez Martín, de su web: http://sites.google.com/site/agomarty/
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