Remando en polisíndeton

"Me acuerdo de ti" (Robe Iniesta)



martes, 25 de noviembre de 2008

ENCUENTRO CON IÑAKI PRECIADO (Tíbet, 2006)


Iñaki Preciado (Madrid, 1941), filósofo, traductor y tibetólogo, es, en mi opinión, uno de los españoles más singulares de nuestro tiempo. He conocido a mucha gente que ha logrado éxitos sobresalientes en la actividad que realiza, desde premios nobel a artistas excepcionales. Pero creo que, en nuestro país, en este período de entresiglos, las personas como Iñaki pueden contarse con los dedos de una mano. ¿Por qué? Pues porque él mismo se ha labrado sus propios peldaños en terrenos inhóspitos, en los que prácticamente nada había, y en cada uno de ellos ha dejado la huella indeleble de sus aportaciones.

Un premio nobel de medicina, por ejemplo, sigue una carrera universitaria, se incorpora a un departamento de investigación, a un equipo de trabajo, realiza unos experimentos siguiendo unos pasos ya marcados y, gracias a su esfuerzo y a su inteligencia, hace un descubrimiento excepcional. Pero, y ello no desmerece su logro, todos los escalones ya estaban hechos. Lo que ha hecho ha sido seguirlos y, a diferencia de otros que también ascienden por la misma escalera, ha llegado a lo más alto de la misma. Excelente.

Pero Iñaki es que se ha hecho prácticamente él solo la escalera y encima ha repetido la experiencia una y otra vez: se metió en el terreno deshabitado, en tiempos de Franco, de la sinología, y es uno de los grandes sinólogos de nuestro país; luego se pasó al budismo tibetano, y es uno de los escasísimos tibetólogos españoles; ahora está estudiando petroglifos (inscripciones y dibujos en rocas) del neolítico tibetano y centroasiático a la búsqueda de un nexo religioso primitivo y común: ¡pionero de la sinología, la tibetología y la “chamanología” española actual! ¡¿Alguien da más?!

La otra cosa que me sorprende y me admira de Iñaki es que va hacia atrás. Empieza por el chino, por el taoísmo. Luego se pasa al budismo tibetano. Vale, ahí se mantiene o avanza un poco. Pero es que luego se pone a estudiar el bon, la religión tibetana anterior al budismo, luego retrocede al chamanismo y, de ahí, hasta donde los vestigios lo lleven. Su búsqueda radical de una verdad ancestral esencial lo está haciendo retroceder con una determinación de zambullirse en el torbellino hasta el vórtice que me parece kamikaze, propia de suicidas lúcidos. Y choca con un mundo que mira hacia delante y lo único que columbra es que ha perdido el horizonte.
En este movimiento sorpresivo hacia el pasado me recuerda al único genio que he conocido, el escultor Jorge Oteiza, que decía: “Tengo cuatro mil años, pero me conservo joven”*.

Mi padre tenía la traducción de Iñaki Preciado del “Libro del Tao”, premio nacional de traducción en 1979, y era un libro que me encantaba: el texto y la edición, la antigua, de Alfaguara, bilingüe. Muchos años más tarde, leyendo sobre el Tíbet, recurrentemente me encontré su nombre en las bibliografías, o en las búsquedas en internet, me compre varias de sus obras, y, más que las obras en sí, lo que me llamó la atención de él fue su camino, su trayectoria, su forma de moverse, a bandazos, de un terreno de estudio a otro, en campos siempre tan áridos.

Así que… quise conocerle.


Fotos: Américo Virus. Arriba: Iñaki Preciado en Tarchén; abajo: Iñaki con el lama Purbu, en Gyandrak gonpa.




"La pérdida del respeto a la naturaleza va a traer el fin de la Humanidad"

"Somos Lucifer, nos creemos como Dios, y eso nos va a llevar al 'infierno”
"El problema de la independencia del Tibet es un 'quítate tú, que me pongo yo" (China por EEUU)
"La única vez que voté fue en las elecciones después del 11-M"
"Creo que Alexandra David-Néel no estuvo en Lhasa"


Iñaki Preciado (Madrid, 1941), filósofo y traductor, es una de las personalidades españolas más singulares de nuestro tiempo. Y una de las menos conocidas. Pionero de la moderna sinología española, es tal vez el único tibetólogo español digno de este título. Nos encontramos con él en el Tíbet occidental, donde investiga petroglifos (grabados de esvásticas y otros signos) de culturas prehistóricas, en busca del tronco común de las religiones de Asia Central. Ha vivido y viajado por todas las regiones tibetanas a lo largo de los últimos once años.

Encuentro a Iñaki Preciado en una cutre habitación de 5 euros. En el hotel “Xin Li” ("Nuevas Fuerzas") de Gar (Shiquanhe), una pequeña localidad en el extremo oeste del Tíbet. Con su sombrero tibetano, muy parecido al de los vaqueros del oeste americano, y su chaleco. Su equipaje y sus libros están esparcidos por la cama, que ocupa casi todo el habitáculo. Es un viejo conocido del hotel, y su dueño, en una habitación aún más cutre, no ha tardado en indicarme donde se hospeda su peculiar inquilino español.
Con su imperturbable sonrisa, Preciado saca su cámara digital y me muestra su último tesoro, los petroglifos, grabados simbólicos inscritos en rocas por los hombres de hace miles de años, que acaba de documentar.  Los he fotografiado en el distrito de Rutog. Me ha costado mucho encontrarlos. Estaban muy escondidos.
- ¿Por qué se interesó por el Tíbet?
- A principios de los años ochenta, leí un libro de John Blofeld sobre el budismo tibetano que me encantó. Hacía poco que acaba de traducir el Libro del Tao. Estaba muy metido en el taoísmo. Me di cuenta de que el budismo tenía muchos elementos del taoísmo, pero este, hoy en día, no se podía comparar con el budismo tibetano en cuanto a prácticas, técnicas y rituales. En esto el lamaísmo es deslumbrante. Fue como pasar de una iglesia prerrománica a una catedral gótica.
- ¿Cómo estudió tibetano?
- Con un lama de un centro budista de Madrid. Estudiaba día y noche. A los tres meses ya podía comunicarme y leer algunos textos. A los diez año, con la ayuda del lama, traduje la "Vida de Milarepa", uno de los grandes yoguis tibetanos.
- ¿Cuándo viajó por primera vez al Tíbet?
- En 1996. Le había cogido fobia al avión. Pero, después de tantos años estudiando tibetano, debía ir. Fui con Izaskun, mi hija. Antes de montar en el avión me tomé unos buenos tragos de whiskey. Sobre todo quería saber qué había de cierto y qué de propagandístico en las dos versiones que circulaban sobre la vida allí: la china, que decía que todo era maravilloso, después de liberar a los tibetanos de la teocracia feudal del Dalai Lama, y la de gobierno tibetano en el exilio, que decía que los chinos estaban haciendo desaparecer el budismo del Tíbet, y que a los niños tibetanos no se les permitía aprender tibetano. Cuando llegué allí me sorprendí al ver activos muchísimos monasterios tibetanos, uno de ellos con ocho mil monjes, y que a los niños no sólo no les tenían prohibido el aprender tibetano, sino que era obligatorio. ...No me gusta que me engañen.
- ¿Hay libertad en el Tíbet?
- Yo soy el primero que dice que en el Tíbet no hay libertades políticas. Pero hay libertad religiosa y de educación. En realidad, los chinos son grandes protectores de las culturas autóctonas. En Xinjiang los uigures, próximos a los turcos, siguen escribiendo en alfabeto uigur, mientras que los turcos usan el latino. Y en Mongolia interior escriben en mongol tradicional, mientras que en la República de Mongolia escriben en cirílico. En cuanto a la libertad política, te puedo decir que las manifestaciones independentistas se pagan con la cárcel, incluso hace 8 años llegaron a ejecutar a 3 monjes en Kham, y hace 4 años, creo, también ejecutaron a un tibetano seglar convicto de terrorismo. Había puesto dos bombas, con resultado de muerte. De las “técnicas especiales de interrogatorio”, no puedo decir nada, ningún tibetano me ha hablado de ellas, pese a conocer a muchos monjes que, siendo amigos y confiando en mí, podrían haberlo hecho. Sólo un profesor americano dijo el año pasado en Lhasa que conocía a varios monjes que había sido torturados por la policía tibetana. Y además ocurren cosas curiosas: en Lhasa están prohibidas las fotos del proscrito Dalai Lama, y sin embargo en otros lugares del Tíbet, como en las tiendas tibetanas de Xining, junto al gran monasterio de Kumbum, te venden abiertamente grandes postres del Dalai.
- ¿Es partidario de un Tíbet independiente?
- El problema de la independencia del Tibet es en el fondo un "quítate tú, que me pongo yo". No hay que olvidar que es un lugar estratégico, un inmenso portaaviones en el centro de Asia. Se van los chinos y vienen los americanos, y éstos sí que son destructivos. Los temo más que a un nublado. El Dalai Lama les debe casi todo, aunque es un hombre valiente y en Estrasburgo les dio un buen varapalo, condenando sin tapujos la invasión de Afganistán y preconizando el diálogo con los “terroristas”. Con los americanos asistiríamos a una invasión de misioneros cristianos, de los que ahora en Lhasa ya hay un buen número, camuflados de profesores de inglés. En cincuenta años, el lamaísmo al borde de la extinción. Todo el mundo evangelista. Un desastre. Digamos que la situación actual del Tíbet es la del mal menor. Otra cosa sería un Tíbet sin teocracia ni servidumbres externas, en el que ellos preservaran su cultura, resistiendo a la modernización “occidentalizante” que los está transformando. Pero esto es imposible ante la inexorable apisonadora de la “globalización a la americana”. Con los chinos este proceso va más despacio, y…siempre cabe esperar el milagro.

Iñaki traductor
Después de Gar, vamos a Tarchén, una pequeña aldea en las faldas del Kailash, la montaña más sagrada de toda Asia, en las estribaciones del Himalaya. Nuestra intención es hacer la "kora", la famosa vuelta alrededor de la montaña que atrae a miles de peregrinos cada año. Pero el tiempo no acompaña. Ni siquiera podemos verla. El Kailash está ahí, delante de nuestras narices, pero completamente cubierto de nubes.
Visitamos la biblioteca del Instituto Ngari, una facultad de Medicina y Astrología Tibetanas, en Tarchén. Cuenta los volúmenes de este lateral, me pide Preciado. Entre los dos contamos todos los "pechas" (libros). Resulta que el Instituto guarda más volúmenes de la religión Bon (la antigua y genuina religión tibetana) que el propio Canon bonpo del dBal-Khyung Gonpa (Monasterio del Garuda) en el Kham, o Tibet oriental. Este último es el único Canon bonpo completo que ha sobrevivido a la quema de la revolución cultural china. Preciado está entusiasmado. Y se deleita descubriendo nuevas obras.
Iñaki Preciado es una de las figuras más sobresalientes de la traducción española. En 1979 obtuvo el Premio Nacional de Traducción por "El Libro del Tao", después de convertirse, en 1973, en el traductor de la primera embajada española en China.
- ¿Qué es lo más importante para ser un buen traductor?
- Lo primero es intentar traducir lo que tú quieres. Lo que te gusta lo vas a traducir mejor. Pero muchas veces el traductor tiene que traducir lo que no le apetece, cuando se trata de ganar dinero. Lo segundo es conocer muy bien la cultura de la obra que se está traduciendo. Si traduces del francés, o del inglés, aunque no conozcas al cien por cien estas culturas, no es tan problemático, porque están más cerca de la tuya. El problema es traducir del chino o del tibetano, que son culturas lejanas. Por eso, una buena traducción de estos idiomas debería ser cosa de dos. Tienen que colaborar un chino o un tibetano y un español, porque no puedes conocer cabalmente una cultura tan distinta.
- Pero "El Libro del Tao" lo tradujo solo.
- En un texto filosófico es fundamental que el traductor sepa de filosofía. Como en los textos de cualquier especialidad. Un libro de medicina chino lo va a traducir mejor un español que sepa de medicina que no un chino que no sepa de medicina. Me refería sobre todo a las traducciones literarias. Por ejemplo, me admira muchísimo un profesor chino que ha traducido el Quijote al chino él solo, y recibido por ello varios premios. Es muy difícil hacerlo bien en esas condiciones . Cuando yo quise traducir "El sueño del Pabellón Rojo", que es el equivalente al Quijote en la literatura china, lo hice en colaboración con una traductora china. Es un libro que lo traduces y ya pasas a la Historia. Pero no fui tan osado como para traducirlo solo.
- ¿Qué pasó con él?
- Durante dos años estuvimos entregados por completo a esta traducción. Íbamos ya por el capítulo ochenta, de los 120 que tiene la obra. Un día nos llaman de la editorial y nos dicen que paremos la traducción porque la Universidad de Granada va a publicar otra traducción, subvencionada, y no pueden competir con su precio. Luego me entero por “El País” que esta traducción era indirecta. La había hecho un traductor peruano a partir de una versión inglesa y luego había sido revisada por un profesor chino. Ese fue el día que me llevé el mayor disgusto profesional de mi vida.

Budismo
El “gonpa” (monasterio) de Gyandrak, está a unos kilómetros de Tarchen, pero su lama principal vive en la aldea. Es un hombre con el pelo largo, cano, con gafas, ataviado con una camisa de un amarillo chillón. Cuando lo visitamos, Preciado se inclina ante él y lo trata con un gran respeto.
- ¿Se considera budista?
- ¿Budista? ¿Taoísta? ¿Bonpo? No me interesan las etiquetas. Lo que me interesa es encontrar el camino para llegar a ese estado superior de conciencia del que habla el taoísmo, el Bon y muchas otras formas de espiritualidad. Ese estado en el que queda superada la contradicción entre el existir y el no existir, un estado de verdad absoluta, en el que se rompe de una manera definitiva el sueño de esta supuesta realidad en que vivimos y nos movemos. Con la meditación puedes llegar a él, pero de manera transitoria. El ideal es llegar y no volver.
- ¿Por qué una verdad fuera de la realidad que percibimos con los sentidos?
- Toda la gente que ha profundizado en los estados de la mente, en distintas filosofías, religiones y culturas, los taoístas, los bonpos, los budistas, los griegos, y tantos otros... nos proponen que esta vida es un sueño, una ilusión. Que no es la auténtica realidad. Cuando estás convencido, penetrado por esta intuición, más que idea, significa que has llegado a ese estado de perfecta vacuidad. En el fondo, el fin de los bonpos y de los budistas, con toda su parafernalia, es llegar a ese estado.
- ¿Y cómo piensa que se alcanza ese estado?
- La cima de la montaña está ahí. Hay caminos muy directos, durísimos, como el del zen, que es pura meditación. Y otros más cómodos, más fáciles, como los del Bon o los del budismo tibetano, dando rodeos. Esos rodeos son la visualización de deidades, la recitación de mantras, las técnicas tántricas...

David-Néel
Al día siguiente, el Kailash, la morada del dios Shiva para los hinduistas, sigue sin mostrarse. Y decidimos subir al "gonpa" de Gyandrak. A las diez de la mañana empezamos a ascender por una cuesta muy empinada. Kalé, Kalé, me dice. "Despacio, despacio. Mientras subamos nada de hablar que nos fatigamos". A casi cinco mil metros el aire es escaso. Hace unos, años Preciado sufrió un edema pulmonar agudo por el mal de altura y lo tuvieron que ingresar en Lhasa. Afortunadamente, no le ha vuelto a pasar nada tan grave. Pero en el Tíbet, cualquier esfuerzo, hasta el subir escaleras, se acusa.
- En el Tibet hay menos oxígeno. Algunos dicen que en el Tibet , debido a esa escasez de oxígeno, los niños tienen menos agilidad mental y por eso las familias tibetanas con recursos mandan a sus hijos a estudiar al interior de China. Y en cuanto al trabajo tampoco es cierto que los tibetanos desempeñen los peor remunerados. Por ejemplo, los policías. En el Tíbet el 90% son tibetanos. Volviendo al problema de la escasez de oxígeno, por lo que he oído y por mi propia experiencia, favorece la meditación, e incluso facilita la llegada a esos estados de conciencia de que antes hablábamos.
Para los extranjeros la adaptación a altitud del Tíbet pasa por inevitables mareos y dificultades para dormir. Pero, una vez superado, a muchos les cuesta abandonar estos parajes. Entre los más famosos destaca Alexandra David-Néel, una francesa que, en 1924, se convirtió en la primera mujer europea que visitó a Lhasa.
- Es una mujer a la que respeto y admiro. Pero creo que no estuvo en Lhasa. Por varias razones. En su relato dice que unos años antes había tenido una entrevista con el exilado XIII Dalai Lama y que este le había invitado a ir a verle a Lhasa cuando regresara del exilio. En 1924 pasa dos meses en Lhasa y no va a verle. Luego habla de que los peregrinos van en masa a postrarse ante el Palacio del Potala pero, adonde van, es, en realidad, al monasterio de Jokhang. Hay una foto de ella con el Potala al fondo, pero es borrosa, y no se la reconoce bien. Creo que fue un montaje con el periodista americano cómplice que sacó la exclusiva mundial: "Una europea en Lhasa". Pero no hizo mal a nadie y sus estupendas obras avivaron el interés por el Tíbet en occidente. Lo que no me parece tan bien es que se hiciera pasar por lamesa y bendijera a la gente como tal. Aunque a fin de cuentas…

La fábula del lobo y el cordero
En un alto, a mitad de camino, nos detenemos a ver los dos grandes lagos sagrados que hay a unos kilómetros de Tarchén: el lago de los dioses, el Manasarovar, y el de los demonios, el lago Rakshastal. Intentamos ver la franja de tierra que los separa. Pero no se distingue. Parecen una única masa de agua.
- Tal vez las lluvias los hayan puesto en comunicación- sugiero medio en broma.
- En ese caso, los dioses y los demonios estarían revueltos. Como en estos tiempos, en que ya no sabes quienes son los buenos y quiénes los malos. Antes las cosas estaban más claras. Hoy, por ejemplo, los japoneses han quedado como los malos, y lo fueron, sin duda, pero ¿ y los americanos? Sus dos bombas atómicas acabaron hasta con los que aún no habían nacido, y con los pobres gatos que no entienden, espero, de libertad y democracia, dice recordando un documental sobre las secuelas de Hiroshima. La Historia, siempre la escriben los vencedores ¿Conoces la fábula de La Fontaine de "El lobo y el cordero"?
- No.
- Un cordero está bebiendo en un río y se le acerca un lobo que bebía del mismo río pero más arriba. "Bebiendo aquí, me estás ensuciando el agua", le dice el lobo. "Imposible", le contesta el cordero. "En todo caso serás tú el que me ensucias el agua a mí". "No es así. Eres tú el que me ensucia el agua que estoy bebiendo", le replica el lobo. Tras insistir el lobo y negarlo el cordero, aquel se enfada cada vez más y termina por comerse a este. Moraleja: “La raison du plus fort est toujours la meilleure"(“La ley del más fuerte siempre es la mejor"). Esta fábula nos la hizo aprender de memoria una profesora de francés, en el Ramiro de Maeztu, cuando yo tenia ocho años. Creo que la eligió, en lo más duro del franquismo, con mucha intención. Señora Morales, se llamaba, no la he olvidado. Como a todos los de mi generación, de pequeño me enseñaron la doctrina cristiana, católica: el amor al prójimo, no ser egoístas, ayudar a los demás, todos somos hermanos,... Pero, luego, según pasa el tiempo, empiezas a ver que eso, hoy, no funciona. De la Iglesia católica, ¿qué te voy a contar? Me he encontrado católicos muy practicantes que luego son todo lo contrario de lo que se supone que deberían ser. Y ateos que practican a la perfección las enseñanzas del Evangelio. Creer en Dios o ser ateo no quiere decir nada. Lo definitivo es tu comportamiento. En los tiempos que corren, si pones en prácticas esas ideas que has aprendido de pequeño, no haces más que recibir tortas por todos lados. Y encima te toman por tonto. Si a un niño le dices que las cosas son así y, de repente, se da cuenta de que son de otra manera, le creas una quiebra en el cerebro que deja muy mal poso. Y a toda mi generación le ha pasado lo mismo.
- ¿Qué hizo cuando se dio cuenta?
- Buscar fórmulas alternativas en esa línea. Así llegué al maoísmo y al taoísmo. El maoísmo me gusta cuando Mao Zedong dice que no hay que ser egoísta, que hay que entregarse por completo a los demás. Mi tesis doctoral de Filosofía la escribí sobre la ética de la revolución cultural china. Pero a los chinos, “gracias” a la labor de Deng Xiaoping, les ha pasado lo mismo que a nosotros. Ahora todos van a ganar dinero, a “puto el postre”, es una epidémica fiebre del oro, que se extiende imparable. La antigua moral revolucionaria ha desaparecido, sólo queda en los libros de texto, como nuestro catecismo de antaño. Aunque tampoco en Occidente andamos mucho mejor. La “democracia” es una estafa. Se vota a los partidos políticos, pero estos se ven obligados a hacer lo que les dicta el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Deberíamos elegir a los dirigentes de estos organismos. Por eso nunca voto. La única vez que voté fue en las elecciones después del 11-M. El domingo 14 de marzo por la noche, el PP seguía insistiendo en que era ETA. Llegué cuando estaban casi cerrando el colegio electoral. Al día siguiente tomé el avión y me volví a mi Tíbet.

Bon y chamanismo
Tras dos horas de caminata, llegamos al "gonpa" de Gyandrak. Los chinos lo destruyeron en la revolución cultural y lo reconstruyeron en 1986. Es el lugar más sagrado de la zona del Kailash. En este monasterio alcanzó la iluminación el fundador del jainismo. En las grutas de sus inmediaciones medita gente desde hace más de tres mil años. Entre ellos, el budista Milarepa y Tonpa Shenrab, fundador de la religión bon.
El lama Purbu nos enseña la sala principal del monasterio. Preciado conversa con él sobre la escuela budista a la que pertenece. Y descubre que celebran el mismo ritual que él practicaba en un centro budista de Tarragona, con Shenpen Dawa, uno de sus anteriores maestros.
- Mi maestro actual no es budista, sino bonpo. Se llama Yungdrung Tondrup. Vive en el monasterio del Garuda, en el Kham, en lo alto de una montaña a la que tardas dos o tres días en llegar. Cuando lo conocí me produjo una impresión especial.
El Bon es la religión que se practicaba en el Tíbet antes de que llegara el budismo. Posee características del chamanismo y técnicas muy profundas de meditación para llegar a la vacuidad, semejantes a las del budismo ñingmapa. Tuvo su mayor esplendor en esta zona del Tíbet, donde hace más de 2.000 años floreció el reino de Shanshung. Preciado lleva varios años estudiando el Bon.
- ¿Qué le atrajo del bon?
- Nuestra civilización es una civilización materialista. Pero vemos que hay muchas corrientes de pensamiento que desprecian lo material y apuntan a lo espiritual como lo más importante para el hombre. Ven la realidad como algo ilusorio, en cierto modo. En el centro de Asia hay una confluencia de estas corrientes. Tiene que haber un fondo común. Igual que las lenguas indoeuropeas proceden de un mismo tronco, el indoeuropeo, que no se conoce bien, estas creencias es muy probable que tengan un origen común. Y de él han derivado el bon, el mazdeísmo, el hinduísmo, el budismo,... Si miras las prácticas y textos del budismo tibetano y del bon, en el fondo, vienen a ser lo mismo. Pero el bon es más genuino y auténtico, porque es anterior. El bon está más cercano al origen de estas filosofías.
- ¿El chamanismo es el origen del bon?
- El chamanismo es la religión primitiva en muchas partes del mundo. El bon tiene componentes chamánicos, por lo que es muy antigua. Hoy el chamanismo está desprestigiado. A los chamanes se los ve como brujos. Pero yo creo que no se puede hablar de todo lo antiguo como propio de gente atrasada, que se basaba en la superstición... Parto de la base de que no se puede decir que la humanidad haya ido a mejor. El hombre es un ser muy complejo, y en cierto aspectos hemos avanzado. Pero no estoy de acuerdo con que si no usas a rajatabla el principio de no contradicción ya estás desbarrando. Ya no se piensa que la lógica aristotélica sea el único camino para llegar al conocimiento y a la verdad. Ya lo decían Nietzsche y todas las filosofías irracionalistas de hace cien y doscientos años. El chamanismo funcionaba con otros esquemas que nosotros despreciamos. Y no creo que se puedan despreciar. A lo mejor ellos tenían razón. Podían tener unos medios de alcanzar conocimientos que nosotros hemos olvidado.
- ¿Qué puede aprender el hombre actual de los chamanes?
- Un valor fundamental: el respeto a la naturaleza. Nosotros lo hemos perdido, y eso va a traer el final de la Humanidad. Los chamanes, nuestros antepasados, tenían la modestia de decir que somos una parte de la naturaleza. Y no sus amos. El hombre actual machaca la naturaleza. La pisotea, la utiliza. En cierto modo, la Biblia es premonitoria. Somos Lucifer, nos creemos como Dios, y eso nos va a llevar al “infierno”.

La esvástica
Por la tarde, ya en Tarchén, por fin podemos ver el Kailash. Apenas unos minutos durante los que la cumbre se despeja. No te podías marchar sin verlo, me dice.
Al día siguiente, Preciado hace los preparativos para viajar a otras zonas donde buscar petroglifos. Le interesan especialmente los grabados de esvásticas, omnipresentes en todo el Tíbet.
- ¿Qué significa la esvástica?
- Hay esvásticas en casi todo el mundo. No sólo en Asia, sino también en Europa y en América; aquí, en Euskalherria está el lauburu. La hipótesis más extendida es que se trata de un símbolo solar: un sol girando, moviéndose en el cielo. Está relacionada con el culto al sol, con la heliolatría. Un sol que es fuente de vida, de luz, de calor. Sin el sol, no estaríamos aquí. El Bon que estoy estudiando se denomina Yungdrung Bon, y yungdrung en tibetano significa “svástica”. Además la tradición dice que vino de Persia. Cuando vi tantas esvásticas en esta zona, empecé a investigar la relación del culto al sol con los pueblos indoeuropeos. Todos los pueblos tienen esvásticas, pero, ¿por qué los pueblos indoeuropeos tienen más que en otras partes? Y ¿por qué el culto al sol se desarrolló más en esta zona? Esto es lo que estoy investigando ahora, las esvásticas que hay en Asia Central, en el Tíbet occidental y en el Turquestán chino.
- ¿Qué es lo que más le gustaría encontrar?
- Símbolos solares y grabados de garudas, el mitológico pájaro sagrado que comunica el cielo con la tierra. Shangshung significa precisamente “Garuda”. Me gustaría saber el tipo de gente que vivía aquí, en el Tíbet Occidental, en tiempos prehistóricos. Sin duda que en esta región tuvo lugar un fascinante encuentro de civilizaciones.

La libertad
El "Libro del Tao" dice que "el erudito no es sabio". Pero, después de unos días con Iñaki Preciado, tengo la sensación de haber conocido no sólo a un erudito, sino también a un sabio. Un hombre que, en todos los campos en que se ha especializado, ha llegado a lo más alto. Pero no siguiendo caminos ya marcados, sino creando su propio camino, único y original, en tierras prácticamente vírgenes.
- ¿Qué es lo que más valora en la vida?
- La libertad. Aunque es un aspiración, porque, en la práctica, siempre acabas complicándote la vida. Al final y sin querer, las cosas te caen encima. Es el destino,” la voluntad de Alá”.
- ¿Tiene algún lema personal?
- Una respuesta coloquial que siempre me ha gustado, cuando te preguntan algo “serio”: "¡Y yo qué sé!". Otra que también me gusta es: "¡Y qué más da!". Como decían en la guerra civil, en el Madrid bombardeado por los fascistas: "nunca pasa nada. Y, si pasa, no importa".
- Ha buscado en el catolicismo, el maoísmo, el taoísmo, el budismo tibetano, el bon, ... ¿Qué busca, exactamente?
- ¡Y yo qué sé!

1 comentario:

xinyi dijo...

Un saludo y me uno a la admiración por Iñaki Preciado, por su labor en la sinología y su trabajo por todo lo relacionado con Oriente. Creo ver un espíritu taoísta en él, alguien que "apaga su brillo" porque su brillo sapiencial está escondido para la sociedad en general, y como dice el Laozi, "se convierte en barranca del mundo". Creo que el reconocimiento que se haga a la labor de Iñaki Preciado será bastante tardía como siempre ha sido en este país y en especial con todo lo referente a la sinología. Gracias de corazón por trabajar en este sentido, por ayudarnos a ver claro, a descubrri este pasado tan mágico y desvelar velos de ignorancia.
Un saludo y abrazo.